Seeking the Face of the Lord
Terri Schiavo nos recuerda que sólo Dios es el Señor de la vida
No es acaso irónico que mientras observábamos la Semana Santa y la Pascua de Resurrección 2005 la familia de Terri Schiavo luchaba por su vida? Terri murió el 31 de marzo.
Parece que ahora las cortes federales han determinado a quiénes de los desvalidos se les permite vivir y a quiénes debe matarse. La determinación de retirar los tubos de alimentación e hidratación fue una decisión de matar de hambre a Terri y dejarla morir de sed. En nuestros días la alimentación e hidratación por intervención médica no es un sistema de cuidado extraordinario.
Una estación de radio local llevó a cabo una encuesta durante el auge del proceso judicial. “¿Está usted a favor de dejarle los tubos de alimentación a Terri Schiavo o dejaría usted que muriera una muerte natural?” ¿Una muerte natural?
La hambruna y la deshidratación no son causas de muerte “naturales”. Posteriormente el comentarista resaltó que seguramente la gente no había entendido la pregunta. Aparentemente estaba sorprendido de que 78 por ciento de los encuestados respondieran que debería dejársele los tubos. El comentarista no podía entender por qué algunas personas cuestionaron la forma en que la pregunta estaba formulada.
Otras historias sobre este caso tan notable enfocaban el asunto en términos del “derecho a morir” de una persona. ¡A mí me parece que el verdadero asunto es el derecho a vivir! Los signos vitales de Terri Schiavo eran positivos. ¿Quién sabe qué le habría estado pasando por la cabeza? Sus familiares daban descripciones conmovedoras sobre su vitalidad. Debido a que no podía expresar sus propios deseos sucumbió víctima de una decisión arbitraria.
Uno escucha con frecuencia que su padecimiento se describe como estar en un “estado vegetativo”. El idioma está prejuiciado en el sentido que desprecia a la vida humana, rebajándola a la condición de un vegetal. El ser viviente es aun un humano, a pesar de su condición debilitada. Terri no dejó de ser humana.
Algunas personas dijeron que si estuvieran en su situación no querrían vivir. No creo que una aseveración hipotética sea un argumento persuasivo. No sabemos qué podríamos querer si estuviéramos en esa situación y, además, elegir acabar con nuestra vida no constituye una opción. Ese tipo de pensamiento se encuentra en una colina resbaladiza. ¿Cómo podemos decidir sobre la calidad de vida?
¿En qué momento la falta de calidad de vida justifica su destrucción, como si así fuera? En un programa de radio en el que las personas llamaban, un hombre dio en el clavo. Dijo que es de esperarse que la decisión sobre Schiavo de 2005 haya accionado la posibilidad de que, por razones financieras o debido a la inconveniencia o sobrepoblación en los asilos, se puedan tomar decisiones para aliviar a nuestra sociedad de los ancianos discapacitados u otras personas incapaces de cuidarse a sí mismas.
En su encíclica hito sobre el Evangelio de la Vida (Evangelium Vitae), el Papa Juan Pablo II escribió: “La decisión deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde el punto de vista moral y nunca puede ser lícita ni como fin, ni como medio para un fin bueno. En efecto, es una desobediencia grave a la ley moral, más aún, a Dios mismo, su autor y garante; y contradice las virtudes fundamentales de la justicia y de la caridad. (Seguidamente el Santo Padre cita la Declaración sobre la Eutanasia emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1980): ‘ Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo’.” (Evangelium Vitae, #57).
Previamente en su encíclica de la vida, el Papa citó otro texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (El obsequio de la vida): “ La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta “la acción creadora de Dios” y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” (#53).
El propio Dios es el Señor de la vida, toda la vida humana. Todo ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios. Ese mero hecho significa que a la vida humana se le otorga un carácter sagrado e inviolable. No es apropiado que los líderes judiciales y demás personalidades se atribuyan la prerrogativa del Creador de la vida.
Es trágico que Terri Schiavo no sea la primera ni la última víctima de semejante arrogancia.