Buscando la
Cara del Señor
El sufrimiento humano unido al de Cristo abre el camino al amor humano
Mientras solemos romantizar el nacimiento de Jesús en preparación a nuestras celebraciones de Navidad, quizás debamos sopesar el simple hecho de que al volverse humano, como nosotros, Jesús se hizo vulnerable a las debilidades físicas, padecimientos e incapacidades humanas.
Asimismo convendría pensar sobre cómo viven el Adviento y la Navidad aquellas personas que están enfermas o de algún modo seriamente incapacitadas, o quizás profundamente afectadas por la depresión u otros problemas emocionales.
Tal vez les sea difícil aceptar el “espíritu de la Navidad” como lo hace la mayoría de la gente. De algún modo creo que la experiencia de los enfermos en la época de las fiestas puede estar más acorde con el milagro de la Encarnación.
Recientemente encontré un librito llamado Déjame ir a casa del Padre, publicado por Pauline Books and Media. Este libro presenta la fortaleza del Papa Juan Pablo II en medio de la debilidad. Los autores son el Cardenal Stanislaw Dziwisz, quien fuera por mucho tiempo amigo y secretario del Papa, su médico personal y vicario general de la Ciudad del Vaticano.
No es de sorprender que un análisis de la vida, sermones y escritos del difunto Santo Padre revele una concentración impresionante y extensa en los enfermos, los ancianos, los discapacitados y los indefensos.
Una parte sustancial del significado de la Encarnación de Cristo tiene que ver con la debilidad y el sufrimiento. Proporciona una oportunidad para que las personas enfermas puedan entender.
En uno de sus diálogos en 1982, el Papa Juan Pablo dijo: “Los enfermos, los ancianos, los discapacitados y los que padecen nos enseñan que la debilidad es una parte creativa de la vida humana y que el sufrimiento puede aceptarse sin perder la dignidad… la sabiduría de Cristo y el poder de Cristo se hacen visibles en la debilidad de aquellos que participan en su sufrimiento” (p. 15-16).
Una parte importante del significado del sufrimiento que aceptan los enfermos, los ancianos y los incapacitados emocionalmente es el hecho de que por medio de su sacrificio toda la Iglesia se fortalece y el testimonio de verdad y amor se difunde por todo el mundo.
En su poderosa carta titulada “Sacrificio del sufrimiento” (Salvifici Doloris), el Papa Juan Pablo escribió que la persona en silla de ruedas es tan útil para el mundo como los ingenieros que construyen puentes, casas o naves espaciales. La persona que sufre “sirve, como Cristo, para la salvación de sus hermanos y hermanas. Por lo tanto, no sólo es útil a los demás, sino que realiza incluso un servicio insustituible. En el cuerpo de Cristo, que crece incesantemente desde la cruz del Redentor, precisamente el sufrimiento, penetrado por el espíritu del sacrificio de Cristo, es el mediador insustituible y autor de los bienes indispensables para la salvación del mundo. El sufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el que abre el camino a la gracia que transforma las almas. El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presente en la historia de la humanidad la fuerza de la Redención” (Salvifici Dolores, #27)
El Papa Juan Pablo habló sobre el sufrimiento como una “vocación”. Afirmó que en el sufrimiento Cristo se dirige a cada persona que padece con la frase “¡Sígueme!”
Nos recordó que a medida que una persona que sufre une gradualmente su cruz a la de Jesús él o ella descubre el más profundo significado del sufrimiento y lo transforma en una fuerza creativa. Juntos salvan al mundo. De esta forma, el sufrimiento crea un tipo especial de contacto con Dios y se convierte en oración (cf. Déjame ir, p. 18-19).
En su carta sobre el sufrimiento, el difunto Santo Padre presenta el padecimiento como una visita de Dios otorgada “para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en la « civilización del amor.” (#30).
¿Qué tiene esto que ver con el Adviento y la llegada de la Navidad 2006? La vida y las enseñanzas del Papa Juan Pablo II nos recuerdan que, unido al de Cristo, el mundo del sufrimiento humano nos abre paso al mundo del amor humano. El verdadero impacto, la realidad del nacimiento de Jesús como Dios hecho hombre, fue establecer un nuevo orden mundial en el cual la civilización del amor pueda tomar forma.
Sugiero una meditación sobre el realismo de la dimensión humana de la Encarnación de Cristo como un recurso valioso para nuestra oración de Adviento. Esto es especialmente cierto para aquellos entre nosotros que nos identificamos de manera especial con la aceptación del sufrimiento humano por parte de Cristo junto con nosotros y por nosotros. Pero no es únicamente cierto para aquellos que padecen.
Una parte intencional del “espíritu de Navidad” es nuestra responsabilidad compartida de estar con nuestro “prójimo,” ya sean enfermos, ancianos o discapacitados. El Papa nos enseñó que no está bien “pasarlos por alto.”
En el espíritu de desapego de la Navidad, en el espíritu de sacrificio generoso, debemos hacernos responsables por una parte de sus cargas.
Nadie debe arrastrar por su cuenta su padecimiento a la cuna de Cristo. †