Buscando la
Cara del Señor
El Tiempo Ordinario está repleto de símbolos de lealtad y esperanza
Hemos dejado atrás la alegría de la época de Navidad. Hemos experimentado el comienzo de un nuevo año. Parece difícil creer que ya estemos en el séptimo año del tercer milenio cristiano.
Litúrgicamente estamos celebrando el “Tiempo Ordinario.” La mayoría de nosotros reconoce el Tiempo Ordinario porque volvemos a ver túnicas verdes en la misa dominical. En sólo algunas semanas celebraremos el Miércoles de Ceniza y el comienzo de la época de la Cuaresma.
De alguna forma creo que la verdadera prueba de nuestra fe debe acompañar el tiempo “ordinario.” Durante el Adviento nos preparamos para la Navidad con un espíritu latente de creciente alegría.
La época de Navidad representa la entrega jubilosa, cuando nos permitimos buscar la paz que sólo puede provenir de Dios quien nos ama.
Un Año Nuevo invariablemente nos ofrece la oportunidad de procurar más bendiciones y tal vez vivir una vida un poco mejor. Mucho se oye sobre las resoluciones de Año Nuevo que nos prometen un nuevo comienzo. En algunas semanas la Cuaresma y el uso de túnicas violeta simbolizarán la época de penitencia y el llamado al retorno al Evangelio.
Pero, ¿qué sucede durante el Tiempo Ordinario y el retorno de las túnicas verdes? Quisiera sugerir que este intermedio entre la época de Navidad y la Cuaresma sea una temporada en la cual prestemos atención a la lealtad: lealtad al ejercicio de nuestra fe, lealtad a la oración como respuesta a Dios quien nos ama, y lealtad a la caridad al prójimo. El Tiempo Ordinario y las túnicas verdes pueden verse como la época en la que damos testimonio de esperanza. Se dice que el color verde es símbolo de esperanza.
Una parte importante de nuestra familia arquidiocesana es verdaderamente un faro de lealtad y esperanza. El domingo 4 de febrero es el Día Mundial de la Vida Consagrada. Cientos de hombres y mujeres religiosos de nuestra arquidiócesis son testimonio especial del Evangelio en su vida cotidiana, tanto en el Tiempo Ordinario, como en las épocas de júbilo y de renovación en nuestra Iglesia.
Estos son hombres y mujeres que han entregado sus vidas a Dios de una forma muy especial. De manera real han jurado dedicar sus vidas a Dios. Viven su promesa de pobreza, castidad y obediencia de acuerdo al carisma particular de su orden espiritual, instituto o sociedad apostólica. Ellos constituyen un recordatorio constante para todos nosotros de que existe un reino de Dios que es el objetivo de toda vida humana.
Nuestros religiosos consagrados son símbolos de esperanza y ejemplos admirables de lealtad al Evangelio. Celebraremos la vida consagrada el domingo 4 de febrero en nuestra Catedral de San Pedro y San Pablo en Indianápolis.
El domingo siguiente, el 11 de febrero, ofreceremos una misa en la Casa de Retiro de Fátima para aquellos que se encuentran en nuestro programa arquidiocesano de formación de diáconos.
Este es otro grupo de fieles miembros de nuestra arquidiócesis que se están preparando para convertirse en diáconos permanentes. Sus vidas de servicio serán otro testimonio más del obsequio de la lealtad y la esperanza en nuestra comunidad de fe. Estos candidatos de por sí ya constituyen recordatorios de la lealtad y la esperanza a que se nos llama durante el Tiempo Ordinario.
El domingo 18 de febrero celebraremos el primero de los tres “Ritos de Elección,” una bienvenida y bendición para aquellos en nuestra arquidiócesis que buscan bautizarse y para aquellos que ya han sido bautizados bajo otras denominaciones y que son candidatos para la confirmación y desean convertirse en miembros de nuestra comunidad católica.
En el Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos no solamente les damos la bienvenida a nuestra iglesia local a los nuevos miembros, sino que también rezamos por ellos y los alentamos a vivir fielmente de acuerdo al Evangelio. Esta serie de Ritos de Elección constituyen una experiencia muy profunda de esperanza y una expresión muy concreta de lealtad.
El martes 13 de febrero hay todavía otra celebración que simboliza la esperanza y la práctica de la lealtad al Evangelio. En el Seminario de Saint Meinrad se instituirá a los jóvenes en los ministerios de lector y acólito.
Estos ministerios preceden al diaconato y a la posterior ordenación en el sacerdocio. Los candidatos a los ministerios son testimonio de su deseo de servir a Dios y a nuestra Iglesia de forma única y para toda la vida. Buscan la gracia de la lealtad a la Palabra de Dios y servicio al altar.
Son símbolos de la esperanza que alberga nuestra joven Iglesia.
El martes anterior al Miércoles de Ceniza estamos planeando una cena para jóvenes hombres y mujeres que deseen explorar lo que sería el llamado de Dios a la santidad como religiosas o sacerdotes consagrados. Resulta siempre esperanzador estar con jóvenes y jóvenes adultos que comparten una misma disposición y que desean “darle una oportunidad a Dios.”
Las pocas semanas de uso de túnicas verdes en la Iglesia están repletas de símbolos de lealtad y esperanza. †