Buscando la
Cara del Señor
La séptima estación representa una oportunidad para renovar nuestra solidaridad con los pobres
(Séptimo de la serie)
Estabas allí cuando cayó por segunda vez?”
La séptima estación en el camino al Calvario marca la segunda vez que Jesús cayó al suelo. Cayó a pesar de la ayuda de Simón Cirineo. ¿No representa esto la medida del peso de nuestros pecados, el peso verdadero de la cruz?
La meditación gráfica de Catherine de Hueck Doherty en esta estación nos recuerda las escenas de la película La Pasión. La cito en detalle:
“Sintió la tierra áspera contra su mejilla, como los corazones de los hombres que rechazan a Dios. La cruz cayó en su espalda postrada por el peso de los pecados de la humanidad.
El polvo le supo amargo, tan amargo como el pecado mortal. No llamaron a nadie para que ayudara esta vez. Lo empujaron, le gritaron y le ordenaron que se levantara.
“El trató, se incorporó un poco tambaleándose y cayó de bruces nuevamente, el sol y el polvo llenaban sus heridas con un millar de tormentos agudos y punzantes.
“Trató de nuevo. Le dieron puntapiés y lo maldijeron pero se las arregló para incorporarse un poco más. Luego, agotado, y tambaleante, se puso de pie.
“La cruz se encajó de nuevo en la herida más profunda que había hecho en su sagrada carne. Siguió caminando. Por última vez, la tierra, la tierra áspera e inconmovible, sintió los pasos de un amor único cuyo rostro nunca volvería a tocar de nuevo.
“El sol y los guijarros se incrustaban más firmemente en sus heridas y la áspera tierra dejo su beso en la carne de Dios”. (Estaciones de la Cruz, Madonna House Publications, pág. 25).
Se levantó de nuevo. Seguramente esta segunda caída al suelo es un mensaje sobre el inquebrantable compromiso de Jesús de lograr nuestra redención.
No es sólo una medida de la carga de nuestros pecados, sino incuestionablemente una medida de su amor. Puede que tengamos que trabajar en ello, pero necesitamos tomar en cuenta de forma personal el esfuerzo de Cristo.
Propongo las virtudes de la fortaleza y la perseverancia como una reflexión oportuna. Son oportunas porque vivimos en un clima donde hay poca paciencia hacia los inconvenientes y un bajo nivel de tolerancia de las incomodidades. Es casi como si el rostro público de nuestra cultura tuviese la prioridad de ocultar y eliminar las incomodidades de cualquier tipo.
En contraste, somos testigos del sufrimiento de las personas alrededor de nosotros. La falta de cuidados médicos disponibles debido a su elevado costo y la realidad de que tantos no poseen cobertura de seguro no permite que nos concentremos en aquellos que están desesperadamente enfermos.
No tenemos imágenes claras de aquellos que esperan incontables horas en las salas de emergencia porque muchas personas necesitan cuidados críticos y no pueden pagar por ellos. No pasemos por alto a quienes proporcionan asistencia médica en las salas de emergencia A menudo pasan desapercibidos también.
No estoy seguro de que nos percatemos de la situación penosa en que se encuentran los pobres que trabajan arduamente en medio de nosotros. Pienso en aquellos que ejecutan los trabajos que no son evidentes y que mucha gente no quiere hacer, no porque quieran hacerlos, sino porque es su única opción para ganar el sustento.
La mayoría de los bienes que muchos de nosotros disfrutamos se producen en las espaldas de gente pobre. Es fácil no dar importancia a esta gente que no vemos, sin embargo son nuestros hermanos y hermanas también.
¿No sería irónico que no los valoráramos aunque muchos, si no la mayoría de nosotros, descendemos de esos trabajadores pobres que pasan inadvertidos? Esta séptima estación es una oportunidad para renovar nuestra solidaridad con los pobres que sufren y para hacer lo que esté a nuestro alcance para aliviar su situación.
Es también una oportunidad para apreciar verdaderamente a esas personas que eligen vivir voluntariamente con sencillez.
Pienso en aquellos se ofrecen como voluntarios para servir a los pobres que están entre nosotros. Pienso en los matrimonios y familias que incluyen entre las prioridades de su familia la oportunidad de brindar ayuda práctica para los enfermos y los que deben permanecer confinados en sus casas. Una visita a un centro de reposo hace maravillas para aquellos que se encuentran confinados allí. Pienso en las organizaciones como la Sociedad de San Vicente de Paúl y los voluntarios de las obras de caridad católicas que sirven a nuestros pobres de diversas formas.
Pienso en los religiosos consagrados que se dedican día tras día a estar con quienes no tienen quien se ocupe de ellos. Basan su generoso compromiso en la diaria eucaristía y otras formas de oración porque son el semillero de la auténtica caridad.
Finalmente, al reflexionar sobre la segunda caída de Jesús, haríamos bien en considerar la calidad de nuestra adoración, nuestra expresión de gratitud por la redención que Jesús obtuvo para nosotros por medio de su sufrimiento.
A veces quizás debamos rectificar nuestra actitud: ¿Acaso mi perspectiva de la misa y la oración está basada en lo que puedo ofrecer o más bien en “lo que puedo obtener”? †