Buscando la
Cara del Señor
Las contrariedades de salud dan un nuevo significado a la Cuaresma y la Pascua
El 18 de marzo, cuando me trasladaban en ambulancia desde mi residencia hasta el hospital St. Vincent en Indianápolis, luego de sufrir un leve accidente cerebro vascular, hubo dos personas que me brindaron inspiración.
Pensé en monseñor Bernard Yarrish, vicerrector del Pontifical North American College (NAC) en Roma, quien desarrolló esclerosis múltiple.
Cuando se preparaba para retirarse del NAC, presidió una Misa de despedida y se disponía a predicar la homilía.
Mientras iba de su silla al púlpito le fallaron las piernas y se agarró del altar para apoyarse.
El arzobispo Timothy M. Dolan, en ese entonces rector del seminario y hoy en día Arzobispo de Nueva York, fue a socorrerlo y dijo a los seminaristas: “Probablemente esta sea la homilía más convincente que jamás escuchen.”
Monseñor Yarrish se apoyó en Jesús en su momento de debilidad. Me resultó un excelente testimonio y fuente de inspiración en un momento de desvalimiento.
La segunda persona que me inspiró fue un alumno de sexto grado de la escuela St. Roch en Indianápolis. Este amiguito me envió una carta en 2008 mientras combatía el linfoma de Hodgkin, en la cual me dijo que fuera valiente porque Jesús me ama.
El mensaje que ese alumno, Bryan Rush, compartió conmigo sigue ejerciendo un profundo impacto sobre mí, a pesar de que nunca nos hemos conocido.
Escribió: “La definición de valentía es difícil de memorizar. Pero afortunadamente para todos, es fácil de describir. Es la capacidad de seguir adelante cuando nos tocan tiempos difíciles. Son los momentos en los que entregamos todo lo que tenemos, a pesar de estar agotados. Por eso recuerde, Arzobispo, que aunque los tiempos sean difíciles, aún tiene la gracia de Dios, así que manténgase siempre contento.”
En el alféizar de la ventana frente a mi computadora hay una plaquita en la que se lee: “Manténgase siempre contento.” Sigue siendo un mensaje oportuno y me contenta que Bryan haya escrito.
Cuando me sentí tentado a pensar que yo era una mala influencia para la arquidiócesis, la anécdota de monseñor Yarrish al apoyarse en Jesucristo en su momento de debilidad resultó una inspiración.
El alumno de St. Roch me recordó que debía depender de Jesús y alegrarme de su auxilio. “Manténgase siempre contento,” su mensaje para que no dejara que los retos de la vida me doblegaran fue un excelente recordatorio.
Así pues, monseñor Yarrish y un amiguito de St. Roch me brindaron inspiración en un momento importante. Constituyen poderosos ejemplos del bien que pueden hacer las personas cuando acuden al auxilio del prójimo en momentos de necesidad.
En cuanto sufrí el accidente cerebrovascular, ofrecí la pérdida de mi independencia por nuestros sacerdotes y seminaristas, especialmente aquellos que atraviesan dificultades actualmente.
Supe de inmediato que mi recuperación del accidente cerebrovascular no iba a ser fácil, de acuerdo a lo difícil que fue recuperarme de la cirugía del hombro en 2010.
La rehabilitación es una tarea ardua que requiere mucha paciencia. Admiro a los terapeutas ocupacionales. Debe existir un lugar especial en el cielo para las personas que brindan cuidados y para mi personal del despacho administrativo.
La pérdida total de mi independencia ha sido una lección de humildad. Contar con la generosidad de varios sacerdotes que me acompañan todos los días a oficiar la Misa también ha sido aleccionador. Estas han sido algunas de las mejores Misas que he tenido en 46 años como sacerdote.
Asimismo, siento una profunda empatía por las personas que sufren todavía más que yo. Por la gracia de Dios estoy recuperando la fuerza y la capacidad para retomar mis responsabilidades. Los trabajadores de la salud y el personal de rehabilitación del hospital en el cual me encuentro han sido generosamente serviciales y solidarios.
Estoy especialmente consciente del apoyo piadoso de la gente de la Arquidiócesis de Indianápolis y les estoy eternamente agradecido. Estoy esforzándome mucho para recuperarme de modo que pueda volver a desempeñar mis responsabilidades, Dios mediante.
La Cuaresma ha cobrado un nuevo significado para mí. La veo como una época de esperanza.
La Pascua de Resurrección también tiene un nuevo significado. Le pido a Dios para que los bendiga a todos con una feliz Pascua y derrame gracias especiales sobre todos ustedes por sus numerosas oraciones.
Nunca se sabe qué es lo que Dios nos tiene reservado. Sabemos que nos proporciona la ayuda que necesitamos.
Dios nos ama y por consiguiente debemos “mantenernos siempre contentos”, tal como me recordó el amiguito de St. Roch.
Mi familia también les da las gracias.
Veo toda esta experiencia como una oportunidad para ofrecerla como un obsequio penitencial en retribución al amor que Dios me dispensa. †