Alégrense en el Señor
Las familias son fuente de vida, escuelas de amor y de alegría
“Estamos llamados a reconocer lo hermoso, lo verdadero y lo bueno de empezar una familia, de ser una familia hoy en día. … Estamos llamados a dar a conocer el magnífico plan de Dios para la familia. … Al mismo tiempo que la acompañamos en medio de todas las vicisitudes” (Papa Francisco).
En el transcurso de los dos meses anteriores he estado escribiendo acerca de la familia, pero mi apreciación es que solo he tocado el tema superficialmente. ¡Hay tantos aspectos que explorar y son muy numerosos los desafíos que enfrentan las familias hoy en día!
Al repasar lo que he escrito acerca de la familia, cuestiono si he logrado estar a la altura del desafío presentado por el papa Francisco a principios de este año de “reconocer lo hermoso, lo verdadero y lo bueno de empezar una familia, de ser una familia hoy en día.” ¿Acaso he caído en la trampa de concentrarme excesivamente en los problemas que enfrentan las familias? ¿He hablado muy poco acerca de las risas, la alegría y lo positivo de la vida familiar?
Ahora que ha concluido este mes el sínodo de los obispos y expertos seglares, titulado “Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización,” bajo la batuta del Papa Francisco, este será mi último artículo de esta serie. Pero antes de adentrarme en otros temas, quiero cerciorarme de darle la debida atención a la alegría y la belleza de la vida familiar, sin que esto niegue (o minimice) en modo alguno los verdaderos desafíos que enfrentan las familias contemporáneas.
Las familias son el instrumento de Dios para la generación de la vida humana. ¿Qué podría ser más hermoso? Ellas constituyen los cimientos de toda la comunidad humana. ¿Qué podría ser más importante? Las familias también son “las iglesias domésticas,” es decir el primer lugar donde conocemos, amamos y servimos a Dios. ¿Que podría ser más inmenso o maravilloso, en todo el sentido de la palabra, que una familia bendecida por Dios?
Las familias son escuelas de amor y de alegría. En la familia es donde primero aprendemos lo que significa ser amados (y es por ello que la ausencia de amor en una familia resulta tan desoladora). También aprendemos a reír, a cantar y a bailar, y a jugar en familia. No todas las familias son felices, por distintos motivos, pero la mayoría de nosotros vive la experiencia de la felicidad por primera vez en el seno familiar. En efecto, existe una conexión íntima entre la experiencia de vivir la vida a plenitud (su significado y su finalidad) y aprender lo que significa ser verdaderamente felices en una buena familia.
Empezar una familia, formar una familia, es hoy en día un compromiso enorme y arriesgado que requiere grandes sacrificios y una abnegación radical. Pero también constituye una fuente formidable de alegría y de realización.
Cuando una pareja de casados se abre a la vida (a formar una familia) participan directamente en la obra creadora de Dios. Las madres me dicen que, a pesar de los dolores del parto, no existe una alegría más grande que el nacimiento de un hijo. Los padres dicen que todas sus preocupaciones acerca del futuro se disuelven en el momento en que tienen en sus brazos a sus hijos. Por supuesto, existen excepciones trágicas, pero la bondad y la belleza, la vida y el amor, son los elementos esenciales de lo que significa ser una familia.
Los jóvenes que titubean en cuanto a asumir el compromiso de casarse y comenzar una familia se están privando (o al menos retrasando) de la oportunidad de vivir un tipo de felicidad que solamente puede provenir de la entrega genuina que es el quid de la vida matrimonial y familiar. Cuando un hombre y una mujer se aman tanto que se comprometen completamente el uno con el otro y con los hijos que serán fruto de su unión, sucede algo maravilloso. ¡Nace una familia! Se funda una comunidad de vida y amor, y se forma una iglesia doméstica para alabar a Dios, enseñar la verdad y a atender las necesidades de los otros. Esto es algo verdaderamente hermoso, el magnífico obsequio de Dios para esta pareja y para toda la familia humana.
Aceptemos la invitación del papa Francisco a celebrar la belleza y la bondad de la vida familiar. Mientras nos esforzamos arduamente por solucionar los numerosos desafíos que enfrentan las familias, jamás perdamos de vista el maravilloso obsequio colmado de alegría que es la familia para cada uno de nosotros y para nuestro mundo.
Los cristianos veneramos a la Sagrada Familia (Jesús, María y José) como el modelo para la vida familiar. Su disposición a aceptar la voluntad de Dios, a pesar de que no la comprendían, la devoción que se tenían el uno al otro, en las buenas y las malas, y su compasión y servicio a los demás, inclusive con los extraños, son señales de lo que debe ser una familia auténtica.
Que podamos seguir su ejemplo y, al hacerlo, encontremos la felicidad y la alegría verdaderas.
¡Que Dios bendiga a la familia! †
Traducido por: Daniela Guanipa