Alégrense en el Señor
Abramos el corazón al Señor a través de la oración, los sacramentos y la caridad
Mientras celebramos la temporada litúrgica de la Cuaresma y nos preparamos para la gran alegría de la Pascua de Resurrección, nos encontramos en lo que el papa Francisco denomina como “momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (#17). El santo padre ha dedicado todo este año—el Año de la Misericordia—para reflexionar sobre la magnitud de la misericordia de Dios.
En el documento titulado “Misericordiae Vultus” (“El rostro de la misericordia”), el papa identifica a la Cuaresma como la época más indicada para “redescubrir el rostro misericordioso del Padre” que representa uno de los grandes misterios de nuestra fe (#17).
En prácticamente todos los pasajes del Antiguo y el Nuevo Testamento, la palabra de Dios revela el rostro misericordioso del Padre. “¡Cuántas páginas de la sagrada Escritura pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma!” exclama el santo padre y nos exhorta a que adoptemos las palabras del profeta Miqueas:
“Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados” (cfr 7:18-19).
La semana pasada destaqué lo impactante de esta imagen. ¡Mediante nuestros actos de penitencia y caridad permitimos que Dios destruya nuestros pecados y se los lleve en el mar de su divina misericordia! Pero no son nuestras acciones las que “destruirán nuestras culpas y arrojarán en el fondo del mar todos nuestros pecados.” Es la gracia de Dios, el Padre misericordioso, lo que provoca que nuestros pecados sean destruidos y borrados para poder vivir libremente y disfrutar de la abundancia del amor de Dios.
El papa Francisco no se conforma con la aceptación pasiva de la misericordia divina. Nos invita a “celebrar y experimentar” el amor y el perdón de Dios y nos dice que la Cuaresma es el momento ideal para hacerlo.
¿Cómo celebramos y experimentamos el rostro misericordioso del Padre? ¿Dónde encontramos manifestaciones sobrecogedoras de la misericordia de Dios?
El papa Francisco nos dice que hoy en día muchas personas “están volviendo a acercarse al sacramento de la Reconciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor, para vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la propia vida” (#17). Todos los sacramentos nos brindan oportunidades tangibles para sentir esa cercanía con Dios, pero tal como nos lo recuerda elocuentemente el papa Francisco, a través del sacramento de la reconciliación podemos “experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia.”
La Palabra y el sacramento se unen para mostrarnos el rostro misericordioso del Padre. Al meditar sobre las imágenes de la sagradas Escrituras y a través de nuestra experiencia directa en la presencia de la Trinidad divina en todos los sacramentos, pero especialmente en los de la reconciliación y la eucaristía, podemos celebrar y experimentar el amor y la misericordia infinitos de Dios.
La experiencia de ser amados y perdonados por la misericordia de Dios jamás puede ser unilateral, es decir, siempre recibir y no dar nada a cambio. Tal como nos lo recuerda esta temporada penitencial, debemos reconocer, tanto nuestra condición de pecadores como el perdón de Dios, mediante la oración, el ayuno y las obras de caridad. Citando al profeta Isaías, el papa Francisco nos advierte:
“Este es el ayuno que yo deseo: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no abandonar a tus semejantes. Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu herida se curará rápidamente; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: ‘¡Aquí estoy!’ ”(Is 58:6-11).
En la palabra y el sacramento celebramos y experimentamos el rostro misericordioso del Padre. Experimentamos en carne propia la grandeza de la misericordia de Dios a través de nuestros actos de penitencia y caridad. Y, producto de esto, cuando clamamos por el Señor, escucharemos la respuesta indefectible que siempre nos da Dios: “¡Aquí estoy!” pero que no siempre escuchamos puesto que estamos distraídos por nuestros pecados.
En esta Cuaresma, abramos nuestros corazones al Señor meditando sobre Su palabra, encontremos Su amor en los sacramentos y experimentemos Su presencia a través de obras de penitencia y caridad. †
Traducido por: Daniela Guanipa