Cristo, la piedra angular
La paternidad de Dios es la norma para los padres terrenales
“Lo primero que se necesita es esto, que el padre esté presente en la familia. Que esté cerca de su mujer, para compartirlo todo, alegrías y penas, dificultades y esperanzas. Un padre tiene que estar cerca de los hijos mientras crecen; cuando juegan y cuando trabajan en una tarea; cuando están despreocupados y cuando tienen problemas.” (Papa Francisco, Padre Nuestro: Una oración inédita de la oración que Jesús dio a sus discípulos).
El domingo 20 de junio es el Día del Padre. Que todos los padres—y todos los que desempeñan un papel importante en la guía o el cuidado de los niños—tengan un bendecido Día del Padre!
El pasado año de pandemia nos ha enseñado mucho sobre la paternidad de Dios. Hemos visto la paciencia de Dios, su presencia entre nosotros, y su perseverancia ante los numerosos obstáculos que se oponen a la salud y el bienestar de Su familia. Algunos quizá se pregunten dónde hemos visto esto? Lo hemos visto en los rostros de los hombres (y mujeres) de a pie que luchan por cuidar de sus hijos y familias a pesar de las crisis mundiales que han causado tantas dificultades personales y sociales y tantos problemas económicos.
Todo buen padre o madre nos revela algo sobre la paternidad de Dios. Cada padre o madre desempleada, cada padre o madre soltera y cada abuelo o abuela que asume el papel de cuidador principal nos proporciona una visión de la paternidad de Dios.
El papa Francisco dice que Dios nos recuerda constantemente que se preocupa por nosotros. No está ausente aunque nos cueste sentir su presencia. Dios Padre nos provee, nos protege y nos guía cuando nos hemos perdido. La paternidad de Dios marca la pauta para los padres terrenales y para todos los que aceptan la responsabilidad de ayudar a los jóvenes a madurar.
En su catequesis sobre la paternidad, el Santo Padre dice:
Hoy tomaremos la palabra “padre” como guía. Es uno de los términos más queridos para nosotros los cristianos, porque es el nombre por el que Jesús nos enseñó a llamar a Dios: Padre. El significado de este nombre adquirió una nueva profundidad por la forma en que Jesús lo utilizó para dirigirse a Dios y manifestar su relación especial con Él. El bendito misterio de la intimidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu que nos reveló Jesús, es el fundamento de nuestra fe cristiana.
Esa intimidad —tanto en el seno de la Santísima Trinidad como en su relación con nosotros— se expresa con mayor fuerza en su paternidad. Este concepto puede ser difícil de entender en una sociedad en la que se ha disminuido el rol de la paternidad, o incluso se la ha sustituido por formas de crianza que consideran a los padres anacrónicos o innecesarios.
Como dice el papa Francisco, “Padre” es un término que debería ser familiar para todos. Indica una relación fundamental, cuya realidad es tan antigua como la historia de la humanidad. Hoy, sin embargo, parece que hemos llegado al punto de afirmar que la nuestra es una “sociedad sin padres.”
En otras palabras, sobre todo en la cultura occidental, la figura del padre a menudo parece estar simbólicamente ausente, palidecida, excluida. “Al principio, esto se percibió como una liberación,” señala el papa. “Una liberación de la figura del padre-maestro, del padre como representante de la ley que se impone desde fuera, del padre como censor de la felicidad de sus hijos y obstáculo a la emancipación y autonomía de los jóvenes.”
Pero ninguna sociedad puede sustentarse en esa noción negativa. La existencia de una paternidad verdadera es fundamental para el crecimiento y el desarrollo de la sociedad. Nuestras familias, y nuestra sociedad, necesitan hombres pacientes, presentes y perseverantes en su compromiso con sus hijos y con todos los jóvenes que se confíen a sus cuidados paternos.
En el Día del Padre, celebramos a todos los hombres que han respondido generosamente a las bendiciones y a los desafíos de la paternidad. Esto es especialmente apropiado en este Año de San José, un hombre que eligió libremente convertirse en esposo y padre en circunstancias muy estresantes y difíciles. Su paternidad fue una bendición para María y Jesús, y sigue inspirando y animando a todos los que sirven como padres, padres adoptivos o tutores de niños y jóvenes hoy en día.
“Para las nuevas generaciones” —ha dicho el papa Francisco— “los padres son los guardianes y mediadores insustituibles de la fe en la bondad, de la fe en la justicia y de la fe en la protección de Dios, tal como san José.” Alegrémonos de nuestros padres y asegurémonos de decirles lo agradecidos que estamos por el insustituible regalo de su paternidad.
Que san José inspire a todos los que cuidan de los jóvenes a mirar la paternidad de Dios para encontrar la norma universal del cuidado paternal. Que todo el que se llame “padre” ejerza esta sagrada responsabilidad con humildad y un profundo sentido de la alegría. †