Mensaje de Navidad del Arzobispo Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
En mi columna de esta semana que se encuentra en la página 5, reflexiono acerca de la cercanía de Dios con nosotros. Esta intimidad de la que gozamos con Dios alcanza su máxima expresión en la celebración de la Navidad. Es allí donde vemos al Dios todopoderoso, creador de todo lo visible y lo invisible, reducido a la más vulnerable de todas las criaturas: un pequeño niño nacido sin hogar, en la pobreza de un pesebre, rodeado de pastores y animales domésticos.
Dios lo entregó todo para hacerse uno con nosotros; nada podría ser más íntimo que esto. Él acude a nosotros y permanece entre nosotros a través del obsequio de Su cuerpo y Su sangre que recibimos en la sagrada eucaristía.
Revivimos cada año su nacimiento—un hecho plasmado en la historia humana—a través de la celebración del milagro de la Navidad. Tal como lo expresé en mi columna de esta semana “No se trata de un Dios ausente, distante o apartado. Este Dios es uno con nosotros y nos acerca a Él a través de la intercesión de una humilde mujer hebrea elegida por Dios para ser la madre de su Hijo.”
Podríamos decir que la Navidad es la festividad de la “cercanía.” Es la época en la que familiares y amigos separados por distancias geográficas, de dolor u odio, o simplemente por la distancia que genera el tiempo, se acercan nuevamente para celebrar esta alegre festividad, renovar los lazos que les unen, así como también, los lazos que les une a Cristo y a su Iglesia.
Las reuniones de Navidad son maravillosas, pero también pueden abrir viejas heridas y evocar recuerdos dolorosos. Para que la Navidad sea una ocasión alegre, también debemos poder perdonarnos unos a otros y debemos deslastrarnos de las heridas del pasado, tanto las reales como las creadas.
Este año celebramos el Santo Año de la Misericordia, un año de jubileo proclamado por el papa Francisco para ayudarnos a buscar y a encontrar el perdón.
¡Qué mejor forma de acercarnos a la Navidad! El mayor regalo que podemos recibir este año es gozar de la seguridad de que Dios nos perdona, de que siempre está cerca de nosotros y de que nos ama incondicionalmente. El mayor regalo que podemos darle a cualquier familiar, amigo, vecino, paisano e incluso a los extranjeros es la seguridad de que nosotros también seremos misericordiosos.
La Navidad es la celebración de la cercanía de Dios que nos invita a recibir el amor y la misericordia de Dios en nuestros corazones y nos desafía a compartir ese amor misericordioso con el prójimo durante todo el nuevo año.
Mi oración para usted y para todos nuestros hermanos y hermanas del centro y del sur de Indiana es que sientan la cercanía de Dios durante la Navidad y la compartan generosamente con los demás.
¡Feliz Navidad!
Reverendísimo Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Arzobispo de Indianápolis