Ministerio Hispano / Felix Navarrete
La resurrección de Jesús es un signo de nuestra verdadera libertad
¡Aleluya! Cristo resucitó! Las dos son frases muy comunes en este tiempo Pascual que vivimos los cristianos, la experiencia del resucitado se convierte en una causa de júbilo y gozo manifestado no solamente en la liturgia sino en la vida cotidiana de cada uno de nosotros cuya esperanza es la vida eterna, la resurrección también se ve manifestada en la naturaleza, en el retoñar de los árboles y el florecer de los frutos que pintan nuestros paisajes de hermosos colores, acompañados de un fresco amanecer y el cántico de las criaturas que tanto inspiró a san Francisco de Asís, a tal punto de considerar a tales seres como hermanos suyos.
En realidad, el hecho de que Cristo haya resucitado nos invita a un proceso de renovación personal, en donde hemos vuelto a ser verdaderamente libres, liberados del yugo de la esclavitud del pecado y de una condena de muerte eterna, nuestra libertad ha sido pagada a un alto costo, ahora depende de nosotros como administrar dicha libertad.
Hay una frase muy moderna en nuestros tiempos que reza algo así “Siéntete libre de ser …” Si bien el contexto está lleno de positivismo, el complemento de la frase podría definir el paso para una verdadera libertad o para una vida de interminables y desmedidas acciones que no nos llevarán más que a una esclavitud disfrazada de libertad. San Agustín citó “Ama a Dios y haz lo que quieras,” si bien ambas tienen un contexto parecido y nos invitan a actuar libremente, la segunda antepone una condición que marca por completo una diferencia vital en nuestra búsqueda de la felicidad.
Amar a Dios además de ser nuestro primer mandamiento, involucra una cadena de acciones que generan muchas otras virtudes; es amando a Dios que renunciamos al orgullo y conocemos la humildad, es amando a Dios que nuestro egocentrismo se transforma en bien común, es amando a Dios que nuestra avaricia se convierte en obras de misericordia, en fin, a medida que le amamos, nos parecemos más a Él, y nuestra verdadera humanidad se refleja, no como el mundo quiere que la reflejemos, sino como Dios lo pensó desde el momento de nuestra concepción.
Los seres humanos poseemos la capacidad de sentir, pensar y actuar de acuerdo con nuestro sano juicio e intelecto, y eso nos hace ser más humanos, y por ende más inteligentes que el resto de la creación, no obstante, en muchas ocasiones nuestras capacidades se ven empañadas por el orgullo y una sobre autoestima, desarrollando en una crisis de valores a nivel personal, afectando por ende a nuestro prójimo más cercano e inculcando antivalores en nuestro núcleo familiar.
San Francisco de Asís, entendió muy bien el concepto de libertad que nos propone San Agustín, el decidió amar a Dios y tomó sus decisiones, renunció a las comodidades de su familia, vendió sus posesiones para darle a los pobres y se adentró en una vida de pobreza y servicio hacia los demás, Francisco en realidad, resucitó con Cristo desde ese momento, transformándose por completo, liberándose de sus yugos y viviendo en plena y completa libertad material y espiritual.
A diferencia de Francisco, el pueblo de Israel luego de haber sido liberado de una esclavitud de cuatrocientos años y de haber celebrado la pascua, vagaron por el desierto cuarenta años más antes de entrar a la tierra prometida, por no haber escuchado la voz de Dios y renegar de las pruebas que atravesaban en el camino.
Jesús nos enseña que la victoria sobre nuestros instintos es lo que llamamos una verdadera libertad. La pascua en la que nos encontramos en estos días es una anticipación de lo que será nuestro encuentro con Dios, somos libres por la sangre de Cristo para hacer de nuestras vidas un nuevo capítulo, la forma en la que quieras escribirlo la decides tú. ¡Felices Pascuas!
(Felix Navarrete es el coordinador del Ministerio Hispano en el Arquidiócesis de Indianapolis.) †